
Desde los más remotos tiempos, la máscara ha fascinado al hombre. Él la crea para proporcionarse un rostro diferente, una cara más; una cara que fuera el escudo ante lo desconocido, el arma mágica para enfrentar los peligros, la nueva personalidad portadora de fuerzas para encarar lo sobrenatural, el espejo que reflejara su inconsciente y aquel mundo fascinante y aterrador a la vez, nacido de su imaginación ante la angustia de las propias limitaciones.
Álvaro Chávez Mendoza
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