viernes, 29 de agosto de 2008

AL RESCATE DE LA LITERATURA INFANTIL

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Según los teóricos, la literatura se configura como el principal motivo de la integración del hombre con el universo, con el otro y consigo mismo la cual se representa el dominio, a través de una práctica social y ética.
Partimos entonces de la concepción de que literatura como arte, sufre acción del medio y ejerce influencia sobre él, por lo tanto se convierte social y Siendo social se liga a los valores ideológicos y sólo se completa en la interacción con su público sea adulto, adolescente o infantil.
escritor Marc Soriano cuestiona los vínculos de la literatura infantil con el arte, señalando que debido a la variedad de interpretaciones de las narraciones, esos estarían mejor ubicados en el ámbito de la pedagogía o de la sociología. "Un niño puede muy bien conmoverse con una obra de mala calidad, siempre y cuando satisfaga sus exigencias afectivas de momentos, y en cambio permanecer indiferente frente a un magnífico libro que supera sus posibilidades de comprensión".
La literatura infantil es uno de los caminos para aprender a aprender, para descubrir los encantos de la vida y sus misterios como arte y como arte "es plurisignificativa, Un espacio abierto al despliegue de todas las lecturas posibles respeto hacia las interpretaciones múltiples, libres, salvajes, una escucha atenta hacia la lectura de los otros.
Es imposible hablar de arte o de literatura específicamente, sin ir a la fuente inmediata de donde ella procede: el creador, el poeta y, sobre todo, el hombre; es decir, aquel ser que constantemente se cuestiona, se pregunta sobre lo que lo rodea y se enfrenta a una realidad que la mayoría de las veces le es adversa. Hay que dejarle a la filosofía y en general a las ciencias humanas, la manera de ser del hombre, además el sentido de su existencia por capacidades muy especiales que lo hacen ver, pintar, interpretar y comunicar de una forma muy distinta al hombre común y al científico.

La literatura infantil desde su origen fue utilizada como herramienta educacional, un instrumento para fortalecer las costumbres sociales de cada época. La producción para la infancia vino resaltando su carácter didáctico pensado para enseñar los valores morales en un intento de mantener las normas y hábitos considerados correctos por la sociedad de la época. Constituyéndose como género durante el siglo XVII, época en que los cambios en la estructura de la sociedad desencadenaron repercusiones en el ámbito artístico y social.
Hay una función pedagógica en la literatura infantil, una función que implica orientar y conducir el uso de la información, pero lo que afecta la formación, puesto que la función pedagógica está atada a los hilos del sistema, y deja el aspecto lúdico atascado por el carácter didáctico. De ese modo la literatura infantil fue creada con un objetivo pedagógico, buscando la formación por excelencia del intelecto y de la moral del niño, estimado como inocente, frágil, y con una total dependencia de los adultos.
Dentro del contexto de la literatura infantil, la función pedagógica implica la acción educativa del libro sobre el niño desde dos perspectivas, de un lado, con la acción mediadora de la pedagogía, que dirige y orienta el uso de la información, está la relación comunicativa entre el lector y la obra; de otro lado, están los que interceptan la relación libro-lector, controlando el uso y dificultando la elección del niño sobre qué leer y cómo hacerlo.
De carácter pragmático, la función pedagógica interfiere sobre el universo del lector a través de la acción del lenguaje de un libro aprovechándose de la fuerza material que palabras e imágenes poseen para actuar en la mente de los jóvenes lectores. Las primeras obras del repertorio infantil, compuesto por fábulas y cuentos de hadas, sufren alteraciones conforme las necesidades de cada época, reflejando las manifestaciones culturales de los diferentes grupos sociales.
Aunque los textos se cerraban con una moraleja, amoldándose a la intención pedagógica de la época, eran cuentos destinados al lector infantil y actualmente, el niño ya no es aquel ser inocente, totalmente dependiente o indefenso ya que disfruta de las mismas condiciones que el adulto, es consiente, sabe cuestionar y sobre todo es crítico.
Con el análisis de las grandes obras que se impusieron a través de los tiempos, verificamos que los textos preparados para niños provoca emociones, divierte, influye en la conciencia de mundo del lector. Por otro lado, es pasible de ser manipulada por una intención educativa, sirve de instrumento educativo. "La lectura agudiza el espíritu critico, refuerza la autonomía de juicio, educa el sentimiento estético, nutre la fantasía, ensancha la imaginación, habla a la afectividad, cultiva el sentimiento, descubre intereses más amplios y autónomos, contribuye a la promoción de una sólida conciencia moral y cívica abierta a los ideales de compresión humana y de solidaridad social e internacional, resultando esencial para la formación intelectual de la persona". (Nobile, 1992:20).
Lo lúdico es lo que alimenta lo literario y busca transformar la literatura en la aventura que toda verdadera creación literaria debe ser. Cuando se habla de literatura, se piensa enseguida, obviamente, en libros. Los libros son un mundo que se nos abre, cuando vamos leyendo y descubriendo pensamientos, fantasías, ideas, planteamientos, etc. de distintos autores y por supuesto la literatura, fundada en la lectura, claramente es una fuente de conocimiento inigualable.
Hay que ver todo el panorama para entender la importancia de la literatura infantil, como va provocando una culturización de la sociedad, como va haciendo que la gente se vuelva más inteligente y así convirtiéndose en un mejor lugar, en donde la literatura infantil no solo desarrolla la capacidad recreativa, creadora, de expresión, imaginativa, etc., sino también en la adquisición de actitudes y valores, de conocimiento del mundo, de capacidad crítica y estética, de toma de conciencia.
Según Giana Rodari, hay dos clases de niños que leen: los que lo hacen para la escuela, porque leer es su ejercicio, su deber, su trabajo (agradable o no, eso es igual); y los que leen para ellos mismos, por gusto, para satisfacer una necesidad personal de información (qué son las estrellas, cómo funcionan los grifos) o para poner en acción su imaginación, lo cual le permite "jugar a": sentirse un huérfano perdido en el bosque, pirata y aventurero, indio o cowboy, explorador o jefe de una banda, puesto que, para jugar con las palabras y para nadar en el mar de las palabras según su capricho.
La literatura infantil es uno de los vehículos de la ideología de las clases dominantes, pursto que El niño-que-juega se defiende como puede de esa literatura edificante. El niño recorta así, de los acontecimientos del mundo adulto, sus propios espacios, la expansión planetaria de la raza blanca, la conquista del oeste americano, la fundación de los imperios coloniales europeos en Africa y Asia, se convierten para él en materia prima de aventuras exóticas.
Y es través de esos libros que pasa la ideología de la raza que se cree destinada al dominio del mundo, identificando unos espacios elegidos por la fantasía, imaginarias patrias para su necesidad de obstáculos y de triunfos. Lo mismo le sucede a los escritores que ignoran o ponen entre paréntesis la pedagogía, que hacen suyo el lenguaje de las fábulas populares, que se ponen en "contacto directo" con la imaginación infantil.
Para finalizar, la literatura infantil no exento de la ideología porque cada uno de ellos es hijo de su propio tiempo y nadie puede crecer, actuar, crear al margen de las corrientes de los grandes conflictos históricos y sociales. Sin embargo, en esos autores, la ideología entra como uno de los elementos constituyentes de su personalidad. No ocupa ni el primer lugar, ni el segundo, ni el tercero, en la imaginación, que juega libremente con sus propias visiones, con las palabras, con la memoria, con los datos de la experiencia.

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